«Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús a los doce: ¿queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (Juan 6:66-69). El Cristo había probado a los corazones honestos que El era de Dios por los milagros que hizo (Juan 3:2). Pedro y otros pudieron decir «Nosotros creemos y estamos seguros de que tú eres el Cristo.» En Juan 6, él hizo algunas demandas y declaraciones que separarían estos corazones honestos de aquellos que cierran sus ojos y tapan sus oídos. Muchos se devuelven y no siguen mas con él. Nuestro Señor está mirando más por la calidad que por la cantidad. Está buscando seguidores dignos antes que seguidores de nombre.

En otras ocasiones habló únicamente en parábolas. Explicando estas últimas a aquellos que querían la verdad, estas parábolas vinieron a ser formas muy prácticas de enseñanza de los «misterios del reino» (Mat. 13; Marc. 4; Luc. 18). Este método de enseñanza guardó el mensaje de aquellos que no deseaban aprender. (Véase Mat. 13:9-16).

Les tomó mucho tiempo y enseñanza a los apóstoles entender la naturaleza del reino (Mat. 16:21-23; 18:1-4; 20:20-28). Nuestro Señor les enseñó a ellos diligentemente y no se negó, porque ellos le escuchaban sin ofensas. Tenían oídos y escuchaban. Cuando salieron a atar sobre la tierra las cosas que serían atadas en el cielo, fueron guiados por el Espíritu Santo. Hablaban como el Espíritu les daba que hablasen (Luc. 24:49; Hch. 1:6-8; 2:1-12; Gál. 1:11-12; 2 Ped. 1:21).

La gente que no amó la verdad sino que se deleitó en la injusticia no fue forzada a aceptar la verdad. Podrían creer una mentira si así lo deseaban (2 Tesal. 2:8-12). El Dios de este mundo cegó la mente de algunos, pero huirá si la gente le resiste (2 Cor. 4:3-4; 1 Ped. 5:6-9). La tarea de la iglesia no es tratar de agradar a aquellos que están aún aprendiendo y que nunca llegan al conocimiento de la verdad. Estas personas son amantes de sí mismos y de los placeres más que de Dios (2 Tim. 3:1-13). Si nosotros agradamos a tales personas por medio de la predicación, no somos siervos de Dios (Gál. 1:10). Debemos predicar todo el consejo de Dios y dejar en aquellos si lo aceptarán o no (Hch. 20:20,26-27). Esta es la verdad y única verdad que puede hacer al hombre libre (Juan 8:30-32).

Usualmente la indeseable paja es apartada por la predicación de la buena doctrina (2 Tim. 4:1-5). Por esta razón se debe ser capaz de predicar y reprobar efectivamente delante de toda la masa que es leudada con la levadura de malicia y maldad (1 Cor. 5:1-13). Si la predicación ardiente no nos lleva a la corrección del error, entonces la iglesia debe actuar con firmeza (1 Cor. 5; Rom. 16:17-18; 2 Tesal. 3:6-15; Tito 3:10-11). La iglesia no debe permitir que el nombre del Señor sea blasfemado a causa de la mala conducta de un hermano impío.

La indiferencia, la mundanalidad, los errores de doctrina, y el rencor, son herramientas que el Diablo usa para destruir el buen trabajo que la iglesia está proyectando llevar a cabo. Siempre hay un momento triste para la iglesia cuando un elemento dominante dentro de la iglesia es consciente del número de pecados que la iglesia ha tolerado y aun comprometido con el error. Con el paso del tiempo, la iglesia vendrá a ser más fuerte cuando haya un esfuerzo propio por agradar a Dios más que el esfuerzo por agradar a los hombres.

La iglesia sufrió mucho a causa de la persecución en los días de los apóstoles. Tal persecución evidentemente hizo mucho para purgarla de los hipócritas. Algunos fueron llevados a decir que la sangre de los mártires fue la semilla del Reino. La iglesia creció rápidamente, durante el período de sufrimiento. En la parábola del sembrador, Cristo mencionó la palabra como siendo la semilla del reino (Luc. 8:11). En la explicación de la parábola del trigo y la cizaña, dijo «la buena semilla son los hijos del reino» (Mat. 13:38). Con estas declaraciones en mente, y con el entendimiento de lo que significa, podemos ser capaces de ir de un extremo a otro con aquellos que dijeron que la sangre de los mártires es la semilla del reino. La belleza de la santidad es maravillosa para contemplarla como una ciudad asentada sobre un monte.

Una iglesia denominacional la cual sea ardiente en su permanencia por la buena moral, puede convertirse en el grupo más grande de su área. Los grupos de evangelio social con predicadores modernistas han ganado la adversión de los jóvenes y han buscado agradar al mundo. El Capitán de nuestra salvación tiene Sus soldados con toda la armadura y listos a dar batalla. El evangelio no nos hace más poderosos cuando este es humedecido por la sabiduría humana. Todo Cristiano necesita toda la armadura para resistir al malvado en nuestro mundo vulgar y corrupto.

 

Un aporte de: Jaime Restrepo

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