
¿Cómo puede el predicador perder su cabeza hoy día? Los predicadores hoy día pueden perder su cabeza (al menos figurativamente) exactamente como Juan lo hizo: ¡por medio de la predicación aplicable a la verdad! Uno puede perder la cabeza por predicar sobre el divorcio y las segundas nupcias (Mat. 5:32; 19:9), el vestido modesto e inmoral (1 Tim. 2:9), la ofrenda (1 Cor. 16:1-2; 2 Cor. 8 y 9), sobre la autoridad y papel de la mujer (1 Cor. 11:3), sobre la una iglesia (Efe. 4:4; 1:22-23), sobre la maldición y el pecado de la lengua (Efe. 4:19), y podríamos continuar mencionando más.
Algunos de los predicadores no están teniendo dificultades tales como las que Juan tuvo porque no están declarando todo el consejo (Hch. 20:27). Sobre tal ocasión, uno debe escoger entre la popularidad y la aprobación de Dios (Gál. 1:10). Algunos de los predicadores populares, a quienes todo el mundo quiere, simplemente no son fieles a Dios. Juan pudo haber sido popular con Herodes y Herodías. Si Juan hubiera fanfarroneado sobre Herodes y Herodías, ciertamente no habría perdido su cabeza. Si Juan hubiera predicado inaplicablemente a Herodes y Herodías, no habría sufrido la pérdida de su vida. Juan apropiadamente predicó la verdad; por lo que lo mataron.
Las actitudes de la gente hacen la diferencia. Consistentemente, la predicación inspirada fue designada para reunir las necesidades y señalar los pecados de la gente a quienes se les estaba predicando (Hch. 2:14-41; 3:12; 4:4; cap. 7). Sin embargo, hubo siempre muy diferentes resultados que se experimentaron. ¿Qué hizo que el oyente respondiera tan diferentemente a la palabra predicada? ¿Fue la diferencia en los estilos de los predicadores (explicación moderna)? No. La causa para las diferentes respuestas fueron las diferentes actitudes que los oyentes poseen. Cuando alguno tenía su pecado señalado, estaban interesados y obedecían a la verdad (buenas actitudes) (Hch. 2:14-21). Cuando otro escuchaba la verdad y tenía sus pecados expuestos, buscaban destruir a aquel que les dijo la verdad (actitud mala) (Hechos 7).
Los verdaderos perdedores. Juan el Bautista no fue el perdedor, Herodes y Herodías fueron los verdaderos perdedores. Juan perdió su cabeza, pero Herodes y Herodías experimentaron el castigo eterno. Jesús dijo, “El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió” (Luc. 10:16). Similarmente, Pablo declaró, “Así que, el que desecha esto, no desecha al hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo” (1 Tesal. 4:8). Cuando la gente rechaza al hombre porque estaba hablando la verdad, ellos ciertamente están siendo rechazados por Dios. En consecuencia, las personas son los verdaderos perdedores.
¿Cómo mantener la buena doctrina hoy día? Actualmente tenemos hombres que hábilmente declaran la necesidad de la verdad sin temor o conveniencia. Aman a Dios, a las almas de los hombres, y a su propia alma. Francamente, también actualmente tenemos algunos que pueden y predicarán lo que la gente quiere. Nunca perderán su cabeza porque nunca pegarán su cuello por causa de la verdad (2 Tim. 4:1-5). Hay iglesias que no han escuchado la verdad sobre un número de temas vitales tales como el divorcio y las segundas nupcias en años. ¿Por qué? Porque el predicador local está temeroso de que alguien zozobre si él predica un tema tan controversial. Las iglesias no deben tolerar a predicadores infieles y deben insistir en que el evangelio sea predicado en su totalidad.
Cuando los extraños y miembros se enfadan con el predicador porque ha predicado la verdad, las iglesias deben sostener al predicador (la verdad). Tales argucias como “el predicador no ha enseñado error, pero la forma en que enseña la verdad nos tiene trastornados” ¡no deben ser toleradas!
En conclusión, debemos tener la sana predicación si estamos para tener el Cristianismo del Nuevo Testamento. Necesitamos cesar en presentar los modelos de los predicadores modernos y retornar a la emulación de los predicadores de quienes podemos leer en la Biblia. Predicadores fieles, sin embargo, debemos estar preparados para sufrir por causa de la verdad (2 Tim. 2:1-4). Necesariamente, el dedicado proclamador de la verdad debe estar deseando perder su cabeza por la verdad del evangelio.
_Hermano te felicitó, eres un siervo de Dios, continúa el ministerio. Dios te recompensará. Saludos