Prescripciones Para la Buena Salud Espiritual (6)
En artículos anteriores, hemos estado estudiando Filipenses 4 para aprender los principios de la saluda espiritual que nos capaciten para disfrutar los mejores momentos de la vida y a soportar sus adversidades. Previamente hemos enfatizado que la buena salud espiritual requiere lo siguiente: (a) Gozarse en el Señor; (b) Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres; (c) Vivir con el entendimiento de que el Señor está cerca; (d) Por nada estéis afanosos; (e) Pensando en las cosas que son puras. La buena saluda espiritual requiere también requiere que aprendamos a estar contentos en cualquier situación que nos encontremos. Pablo escribió:
“No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad” (Fil. 4:11-12).
Hay felicidad para ser encontrada en el contentamiento. Además, Pablo escribió: “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento” (1 Timoteo 6:6).
Las Circunstancias de Pablo
Cuando Pablo escribió esta carta sus circunstancias eran tales que pocos de nosotros habríamos estado contentos con ellas. Estaba en una prisión Romana por predicar el evangelio — sufriendo males por haber hecho bienes. No solamente era eso, algunos de sus propios hermanos estaban predicando con motivos impuros con el expreso propósito de hacerle daño (Filipenses 1:15-17). No obstante, Pablo había aprendido a estar contento.
“Se Vivir Humildemente”
Pablo reconoció que había lecciones que una persona aprende de sus enfermedades y aflicciones. Personalmente había experimentado tales sufrimientos. Había estado “en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos” (2 Corintios 6:5). Había estado “… en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias” (2 Corintios 11:23-28).
Encima de esto lo fue dado un “mensajero de Satanás”, un “aguijón en la carne” (2 Corintios 12:7). Tres veces le pidió al Señor que se lo quitará. Finalmente, el Señor le respondió, “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).
Pablo aceptó el “no” del Señor. Aprendió no sólo a cómo estar contento, sino a beneficiarse de la decisión del Señor. Por tanto, él dijo, “… de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:9-10).
El sabio nos enseñó a dar pensamiento a las aflicciones. “En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él” (Ecles. 7:14). El mismo Dios que permite tiempos buenos también permite que lleguen tiempos malos. Como Pablo, necesitamos aprender cómo estar contentos en los días malos.
El salmista vio que las aflicciones de parte de Dios lo conducieron de regreso a Dios. Consecuentemente, escribió: “Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra” (Salmos 119:67). “Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos” (Salmos 119:71). “Conozco, oh Jehová, que tus juicios son justos, y que conforme a tu fidelidad me afligiste” (Salmos 119:75).
¿Hemos aprendido el contentamiento en esta clase de circunstancias? Una de las lecciones que debemos aprender para tener buena salud espiritual es estar contento en medio de circunstancias adversas. Dónde esto no ocurre, los hombres se vuelven amargados, ásperos, y resentidos en sus disposiciones hacia Dios. Pablo pudo decir, “He aprendido a como estar abatido”. Una buena parte de seres humanos han crecido en la prosperidad y han experimentado muy poco abatimiento para aprender las lecciones espirituales que lo acompañan.
“Se Tener Abundancia”
Pablo también declaró que los hombres tenían que aprender cómo tener abundancia. No estaba enseñando las “siete leyes de la prosperidad” o “cómo volverse rico” cuando enfatizó que el hombre necesita aprender “cómo vivir en abundancia”. Hay ciertas tentaciones que vienen con la riqueza las cuales deben ser vencidas. Un Cristiano debe aprender la administración de su prosperidad y vencer las tentaciones asociadas con la riqueza. Desafortunadamente, estas lecciones no han sido aprendidas por la mayoría de las personas que tienen abundancia.
Aquí están algunos pecados que acompañan la riqueza: (a) Atribuir la prosperidad de uno a sus propias capacidades (Comp. Luc. 12:15-21); (b) Hacerse tesoros en la tierra (Mat. 6:19-21); (c) Usar la riqueza de uno para satisfacer sus propios deseos sin considerar a los clamores que le hacen los pobres y los necesitados (Luc. 16:1-31); (d) Volverse arrogante (1 Tim. 6:17); (e) Confiando en las riquezas (1 Tim. 6:17); (f) Pensar que uno mismo es autosuficiente (Apoc. 3:17); (g) Permitiendo que los afanes de este mundo ahoguen el evangelio (Luc. 8:14). Esta lista podría ser extendida.
He testificado que la prosperidad destruye las almas de los hombres. El amor al dinero ha hecho que algunos Cristianos tomen trabajos que les impiden su adoración con los santos. La abundancia ha permitido que otros Cristianos se envuelvan tanto en las actividades recreacionales (ligas de bolos, ligas de softball, etc.) y con las facilidades de entretenimiento (un bote en el lago) que Dios es eliminado virtualmente de sus vidas. Tales personas pueden tener abundancia, pero no han aprendido a tener abundancia en el sentido que Pablo lo hizo.
Pablo aprendió que la prosperidad de uno debería ser usada para la gloria y servicio de Dios. Había visto el bien que hombres como Bernabé fueron capaces de hacer con su riqueza (Hechos 4:36-37) y, por tanto, voluntariamente usó su riqueza para apoyar el reino del Señor. Trabajó para proveer no sólo por sus propias necesidades, sino también por las necesidades de los demás (Hechos 20:34). No permitió que su prosperidad lo distrajera de su servicio a Dios, como Demas lo hizo (2 Tim. 4:10).
Contento
Pablo escribió, “… he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (4:11). La palabra “contento” (de autarkeia) significa “una mente contenta con su parte”. El contentamiento es una conducta aprendida. Escribiendo en el Pulpit Commentary, R.M. Edgar dijo, “No podemos adquirir esto de un salto. Debemos servir a nuestro aprendizaje de esto como a algún otro arte. No es una ciencia para ser enseñada teóricamente, sino que es un arte para ser obtenido por la práctica. Debemos ir a la `escuela del arte’, debemos sentarnos nosotros mismos seriamente como estudiantes para aprender la lección, y debemos `guardar nuestras manos’ en una práctica constante” (173).
El contentamiento acepta el estado de uno en la vida como parte de la providencia de Dios. Aprender a aceptar la parte de la providencia de Dios es una lección que aprendemos lentamente. Algunas pasan su vida sin nunca contentarse con sus circunstancias en la vida; su descontento los lleva a pecar.
Hay pecados asociados con el descontento, tales como la murmuración, la complacencia, la amargura, la envidia, los celos, etc. (Véase una concordancia para ilustraciones). El que no ha aprendido a estar contento con sus circunstancias en la vida no a alcanzado la madurez espiritual. (Esto no debiera ser entendido que quiere decir que uno debería dejar de tratar en mejorarse a sí mismo o dejar de tratar de hacer mas en la obra del Señor).
Conclusión
La buena salud espiritual requiere que uno aprenda a aceptar aquellas cosas que no puede cambiar con el contentamiento. Este contentamiento no está emparentado a las circunstancias externas (sea que uno este abatido o abundante). Este contentamiento está fundamentado en Dios.
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[Guardian of Truth, Vol. 35, Nº 17, Pág. 514, Mike Willis]. Usado con permiso del sitio web. www.elancladelevangelio.org
Del Hermano Jaime Restrepo.
Un cariñoso saludo en el amor de Cristo.
Muy bueno el estudio de Filipenses 4: 1 ss.
A la verdad que aún a nosotros los cristianos nos falta aprender a descansar en las promesas, en la palabra de Dios; hoy veo más claramente el significado del versículo 6… » Por nada estéis afanosos «. Nada debería quitarnos el gozo ni la paz; ni la abundancia ni la escasez, ni la bendición ni el sufrimiento. Cuando lleguemos a esa madurez habrá menos deserciones de las iglesias, menos mal testimonio, menos apostatas, menos resentidos y amargados con Dios. La responsabilidad no es de Dios, de su Palabra ni aún de los pastores maestros, más bien es responsabilidad de cada uno por crecer en el Señor.
Un apretado abrazo amados herman@s.